La búsqueda de la sorpresa explica la frecuente adscripción del microrrelato a los mundos de lo insólito, extraños, grotescos, fantásticos, maravillosos, en los que se violentan los límites entre realidad y ficción. De ahí que la primera antología en español sobre el tema, editada por Jorge Luis Borges y Bioy Casares, se titulara Cuentos breves y extraordinarios (1953), a la que siguió otro volumen de nombre significativo: El libro de la imaginación (1970), a cargo del mexicano Edmundo Valadés.
Por otra parte, debe destacarse el rol jugado por el silencio en estos textos, definidos frecuentemente como desnudos, parvos, parcos, leves o lacónicos. Como señala Luisa Valenzuela en «Taller de escritura breve»: «La primera y quizás única (a mi entender) regla del microrrelato, aparte de su lógica y antonomástica brevedad, consiste en estar plena y absolutamente alerta al lenguaje, percibir todo lo que las palabras dicen en sus variadas acepciones y, sobre todo, lo que NO dicen, lo que ocultan o disfrazan». De ahí que haya sido presentado como un ejercicio en el que importa tanto contar como descontar, pues atiende, ante todo, a la elocuencia del silencio.
Francisca Noguerol Jiménez
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